Si hay algo que se nos ha dado bien desde que el mundo es mundo, no es otra cosa que COLONIZAR. Lo cual aúna la mayor de nuestras satisfacciones: hacer del mundo algo más digerible y más amigable para con nosotros; y también la mayor de nuestras pesadillas: la incertidumbre ante lo ignoto, la posible amenaza.

 

Y es que siempre nos hemos movido en esa afilada hoja de la aventura sapiencial, que por un lado nos lleva al temible fracaso (pero por ello al aprendizaje), y por otro a la victoria del conocimiento. Mientras, jugamos a los equilibristas, con nuestros brazos bien abiertos portando el volatín de la esperanza a la par que damos bandazos a diestro y siniestro...

 

Si bien ganamos en cualquiera de las caídas, por aprender o por conocer, la esperanza no parece suficiente para acometer cualquier empresa, por lo que nuestra inteligencia nos invitará a cargar la mochila de buena ciencia, que es el manjar demostrado de nuestra curiosidad e imaginación justificadas en la experiencia y, sobre todo, de un poquito de lo divino. Que no es otra cosa, esto último, que lo que rebosa del plato de nuestra imaginación y que, otra vez por materia gris, y por perro viejo más que nada, nos dice que debemos contar con ello: que hay mucho escrito y reconforta más que nada.

 

Colonos (de mundos perdidos), es vivencia plena y vómito espiritual de lo que viví como artista (ser sensible y catalizador de lo que acontece) al afrontar el primer gran desafío de nuestra civilización durante el siglo XXI: 
la PANDEMIA.

 

La pandemia sufrida en el individuo, nada más encontrárnosla. Cuando las instituciones, el saber, los recursos y la comunidad están en ese punto en el que parecen despojarse de todos sus poderes y significado. Cuando sufres una enfermedad, en aquel momento desconocida, y se abre ante ti esa incertidumbre con mayúsculas y la amenaza divina que la acompaña: 
la muerte: inapelable, irreductible, impredecible, ¿injusta? e imparable.

 

Y así te conviertes en colonizador de un mundo perdido (encontrado de repente) y que, o lo dominas y doblegas, o entiendes cómo vivir en él/con él, o te devora; primero desde la imaginación, pero después por ignorante. A ti y a los tuyos, y a los otros. Y es ahí, en ese instante del fugaz tiempo, inapreciable y pasajero; instante convertido en rosa en el altar de los instantes, cuando más que nunca y como simple mortal de a pie, todo carece de sentido salvo la FE. Fe en la Ciencia y en el Más Allá. Y confías en que sean lo mismo, y CONFÍAS en que, de nuevo, volvamos a conquistar nuevo territorio del conocimiento a través de los que saben, de El que sabe. Y de que todo esto lo hagamos, ellos, los que saben, por AMOR, por amor desinteresado (como sólo éste es) a mí. 

 

Porque, en esa situación, la del enfermo que viaja en una caravana de colonizadores, valiente y tozudo pero marioneta, presa de los que gobiernan la cúpula del viento, tu mundo y preocupación se reducen a los tuyos, la familia. Y esperas que hagan, y haces, todo lo que esté en nuestras manos para sofocar esa amenaza. La que te va a impedir proteger a los tuyos si fracasas. La que, por comunidad que somos, es amenaza para TODOS.

 

Al fin y al cabo, llevamos escritas a fuego las Alteidas, o los sentimientos de pertenencia y permanencia. Pertenencia a un mundo encontrado, insólito y salvaje que soñamos con domar y comprender. Permanencia en la memoria, para que los que están por venir, los nuestros, y vosotros, llevéis la mochila cargada de medallas ganadas en el altar del Tiempo e ímpetu colonizador envuelto en ciencia y amor sin fin.

 

Para conquistar el mundo para nosotros y desterrar nuestra ignorancia para el mundo.

 

Que algo me dice que Mundo y Nosotros somos lo mismo, no vayamos a confundirnos.

 

 

Colonos (de mundos perdidos)

Para piano, Rhodes, Wurlitzer, Hammond, Vox y otros insignes teclados.

 

  1. Con la Ciencia

  2. Acción de Gracias

  3. Colonos

  4. Le dije a la Muerte

  5. La Cúpula del Viento

  6. Duelen las Horas

  7. Tuyo es

  8. Lo Verdadero

  9. Ora

  10. Alteidas

  11. Rey de Rosas

  12. Vosotras

  13. Mundos Perdidos

  14. Cuentan que allí moras

Portada del disco:

Daniel Boone escorting settlers through the Cumberland Gap. 

George Caleb Bingham (1811-1879)

 

Daniel Boone (Birdsboro, Pensilvania; 2 de noviembre de 1734 –  Misuri; 26 de septiembre de 1820) fue un pionero y colonizador estadounidense que abrió el camino conocido como Wilderness Road y fundó Boonesborough, en Kentucky (también conocido como Boonesboro), uno de los primeros asentamientos de habla inglesa en la región. Sigue siendo una figura icónica en la historia de los pioneros estadounidenses.

 

George Caleb se basó en imágenes cristianas y clásicas para justificar y heroizar la expansión hacia el oeste y el ideal del Destino Manifiesto, o la misión providencial de la nación estadounidense de establecer la frontera. Refiriéndose a los primeros viajes de Boone a Kentucky a principios de la década de 1770, se muestra al grupo viajando de este a oeste, emergiendo dramáticamente del paisaje lleno de luz en el fondo y cruzando hacia el paisaje oscuro y premonitorio en primer plano, donde los retorcidos árboles denotan el peligroso poder de la naturaleza. Representado con rasgos y poses idealizados, el intrépido Daniel Boone, con un rifle apoyado en su hombro, sugiere la figura de Moisés, un arquetipo de los patriarcas pioneros, que conduce a su pueblo hacia la Tierra Prometida, mientras que Rebecca Boone, sobre el caballo, sugiere a la Virgen María, que simboliza el espíritu valiente de las mujeres pioneras.

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